Cuerpo actividad física y salud. Como manifiesta Renson (2001), predecir es arriesgado, particularmente cuando se involucra el futuro. Como no se reconocen las bolas de cristal como instrumentos científicamente fiables, intentaré considerar el futuro de la Actividad Física y la Salud sobre la base del pasado y los problemas presentes. De igual forma, me propongo en las páginas siguientes, difundir y utilizar las evidencias sobre la Actividad Física y la Salud, así como impulsar el desarrollo de investigaciones en esta temática.
A través del tiempo con nuestro cuerpo, hemos aprendido a experimentar y explorar nuestros ambientes. Nuestro cuerpo está hecho para moverse. Mediante el juego, descubrimos nuestros límites espaciales, sociales, mentales y físicos y por medio de la Actividad Física intentamos extenderlos. Nuestra actuación física es el producto de nuestra constitución física y de nuestras habilidades motoras: equilibrio, velocidad, fuerza, flexibilidad, resistencia, y nuestra capacidad para coordinar estas cualidades y trabajarlas con nuestra mente. No obstante, nuestro ser corporal está signado por nuestro ser social, inmerso en una cultura como nunca antes globalizada que tiende a pautar la idoneidad de nuestros hábitos y prácticas corporales. Esta idoneidad se hace extensiva no solo a las deseables conductas higiénicas, alimenticias, gestuales y posturales, sino a los recursos, métodos y procedimientos para lograrlos. Nuestras elecciones en la medida en que puedan llegar a serlo, sobre los cuidados que prodigamos de nuestro cuerpo están mayoritariamente arraigadas en el sentido del deber: debemos estar sanos, ágiles y funcionales. En muchos casos, más que un derecho adquirido y un placer merecido, es un mandato forjado por la cultura del cuerpo saludable en una sociedad que consolida pautas de vida laboral cada vez más sedentarias.
La Actividad Física sólo se traducirá en una mejor calidad de vida si es realizada en un marco de verdadero cuidado de la salud de cada persona. A la habitual pregunta ¿Qué ejercicio? respondemos, con las palabras de Andujar (1998); la importancia no está en la actividad física sino en cómo se la lleva a cabo. Esta frase refleja algo tan simple como fundamental: como tomar en cuenta las necesidades y posibilidades de cada persona.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la salud como: » Estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedades”. La concepción de la promoción de la Actividad Física relacionada con la salud varía en función de la perspectiva de análisis que se adopte de sus componentes. Desde una perspectiva de resultados se pone el énfasis en las variables objetivas de las que dependen las adaptaciones orgánicas que pueden prevenir o curar enfermedades. Desde una perspectiva de proceso, los beneficios de la actividad física para la salud se relacionan fundamentalmente con aspectos cualitativos vinculados con la práctica en sí misma.
Las relaciones entre la actividad física y la salud aglutinan un conjunto muy amplio y complejo de factores biológicos, personales y socioculturales. Dependiendo del énfasis y la manera de entender cada uno de dichos factores pueden establecerse diferentes concepciones de las relaciones entre la actividad física y la salud. Desde una concepción terapéutico-preventiva, la actividad física es considerada fundamentalmente como un remedio para curar o prevenir enfermedades diversas. En esta concepción la enfermedad se convierte en el principal referente para explicar las relaciones entre actividad física y la salud. En otras palabras, la actividad física es buena para la salud porque previene o cura enfermedades. No obstante, la relación entre actividad física y salud también puede concebirse en relación con una percepción subjetiva de salud que redunde en el bienestar. La calidad de vida, es decir, la posibilidad de que las personas y los grupos desarrollen sus potencialidades, se convierte desde esta concepción orientada al bienestar en el referente cualitativo de la actividad física relacionada con la salud (Devís, 2000).
Desde la perspectiva de resultado, la práctica de actividad física se considera como un medio para mejorar la salud, entendida como ausencia de enfermedad. La función de la actividad física sería la de curar o evitar la aparición de enfermedades, especialmente aquellas que se asocian con el sedentarismo (enfermedades hipocinéticas). Esta concepción se basa en el hecho de que el gasto energético asociado a la actividad física puede provocar determinadas adaptaciones orgánicas consideradas factores de protección frente a las enfermedades. La práctica de actividad física se justifica o se valora en la medida en que provoca dichas adaptaciones, es decir, en la medida en que mejora o mantiene la condición física relacionada con la salud. La condición física se convierte así en el principal nexo de unión entre actividad física y salud. Como consecuencia, las propuestas prácticas se articulan en torno a variables cuantitativas (frecuencia, intensidad, tiempo, tipo de actividad) que permiten determinar objetivamente cómo se mejora o se mantiene la condición física e, indirectamente, la salud. Se subraya la existencia de efectos objetivos de la actividad física que son generalizables a todos los individuos e, implícitamente, se plantea la existencia de determinadas formas ideales de actividad física relacionada con la salud que pueden prescribirse a todas las personas.
Desde la perspectiva de proceso la actividad física se considera fundamentalmente una experiencia personal y una práctica sociocultural, enfatizándose el potencial beneficio de la práctica de actividad física en el bienestar de las personas, las comunidades y el medio ambiente. La salud se vincula al concepto de calidad de vida, es decir, la percepción por parte de los individuos o los grupos de que se satisfacen sus necesidades y no se les niega oportunidades para alcanzar un estado de felicidad y realización personal. Desde esta perspectiva, la actividad física, además de poder prevenir o curar enfermedades, encierra potencialmente otros beneficios saludables que no se traducen en adaptaciones orgánicas. Además de sus potenciales efectos en el funcionamiento de los sistemas orgánicos, la práctica de actividad física permite entrar en contacto con uno mismo, conocer a otras personas o, simplemente, disfrutar ‘porque sí’ de la práctica de las actividades. Estos rasgos no se vinculan a consecuencias tras la práctica, sino a la manera en que personas y grupos, con sus propios intereses, gustos, capacidades y posibilidades, experimentan el proceso de llevarla a cabo. En este sentido, las relaciones entre actividad física y salud no pueden objetivarse o prescribirse, sino comprenderse y orientarse en función de las características de las personas y los grupos que la practican (Pérez Samaniego, 2001).
Para que todo proceso de iniciación en Actividad Física para la Salud, tenga la dirección acertada debemos apoyarnos en los avances tecnológicos, instrumentos de medición que nos permitan cuantificar, prescribir y controlar todos los momentos del programa propuesto. De la misma forma, los grupos conformados por personal calificado en diferentes especialidades serán los encargados de guiar el proceso correctamente. Si la realización de programas de Actividad Física están determinados por los anteriores parámetros estaremos en la capacidad sin pecar de ostentosos, de evaluar aspectos a nivel Óseo y articular, muscular, cardiovascular, respiratorio, metabólico y psicosocial, que inciden directamente en el funcionamiento del nuestro cuerpo.
CONSIDERACIONES FINALES
Basta analizar la literatura científica, las prácticas propuestas en los libros de texto o las indicaciones que suelen darse con el fin de promocionar la práctica de actividad física para comprobar cómo, explícita o implícitamente, en su gran mayoría responden a la perspectiva de resultado. Esta valoración exclusiva de los efectos de la práctica, enmarcada en un contexto en el que el ‘más’ significa ‘mejor’, ha provocado profundas distorsiones en las relaciones entre la actividad física y la salud (López Miñarro, 2001, López Miñarro, 2002). Concretamente, durante mucho tiempo se ha sustentado la idea de que existía una relación directa entre cantidad de actividad física y beneficios para la salud. O, en otras palabras, cuanta más actividad física, mejor salud. Sin embargo, hoy día se cuestiona abiertamente la relación entre beneficios para la salud y altas cantidades e intensidades de actividad física. Así se observa en la evolución de las recomendaciones de ejercicio para la salud que hace la prestigiosa Guía para la prescripción y evaluación del ejercicio de la Colegio Americano de Medicina del Deporte (1999), en las que se aprecia una evolución desde las recomendaciones de actividad física vigorosa y concentrada en sesiones de práctica intensa a otro patrón de práctica más moderada y dispersa. En cambio, se sugiere que existe una relación entre la actividad física y los efectos funcionales en la salud desde el primer momento de la práctica. El lema que preside las nuevas orientaciones médicas vendría a ser «hacer algo de actividad física es mejor que no hacer nada».
No obstante, a pesar de estos cambios, es importante subrayar que las recomendaciones siguen poniendo su énfasis en la cantidad de actividad física necesaria para obtener consecuencias beneficiosas para la salud. Se habla mucho más de los efectos beneficiosos de la práctica física que de las características de la práctica física que se considera beneficiosa. Más allá de las recomendaciones sobre el tiempo, la frecuencia, la intensidad o el tipo de actividad, las orientaciones sobre cómo puede realizarse la actividad física para que las personas y los grupos que la realizan se sientan bien son escasas o muy vagas. De ahí que la necesidad de reflexionar sobre el proceso de práctica cobre cada vez más importancia a la hora de comprender las relaciones entre actividad física y salud.
Es importante reiterar que el desarrollo de procesos de Actividad Física Sistemática con poblaciones específicas debe estar planificado, programado, controlado y evaluado por personal calificado y que mejor que un grupo interdisciplinario que mediante la base de las ciencias aplicadas a la Actividad Física y el Deporte facilite el mejoramiento de la salud de las personas y por ende el mejoramiento de la calidad de vida de nuestra sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
- American College of Sport Medicine (1999). Manual ACSM para la valoración y prescripción y orientación del ejercicio, Paidotribo, Barcelona.
- Andujar, A. (1998). Bases metodológicas para el correcto diseño de programas de ejercicio físico para la salud. Almería. España.
- Devís, J. (Ed) (2000). Actividad física, deporte y salud, INDE, Barcelona.
- Devís, J. y Peiró, C. (1992). Nuevas perspectivas curriculares en Educación Física, la salud y los juegos modificados, Inde, Barcelona.
- Downie, R.S.; Fyfe, C. y Tannahill, A. (1990). Health promotion. Models and values. Oxford University Press. Oxford.
- López Miñarro, P. (2002). Mitos y falsas creencias en la práctica deportiva, INDE, Barcelona.
- López Miñarro, P. y García Ibarra, A. (2001). «Análisis de la prevalencia de mitos o creencias erróneas en secundaria», Actas del XIX Congreso Nacional de Educación Física, pp. 165-180.
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- Renson, R. (2002). Rebellion of the body: Human Movement in a Posmodern Perspective. Sports Intelligent Unit, Vingsted.
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